domingo, 14 de abril de 2013

Infancia Infinita [La Sirenita] "2ª parte"

Como veis, subo de vez en cuando a la montaña a escribir algunas historias sin sentido. Tengo muy claro que tarde o temprano me terminarán encerrando por mis letras, pero la justicia es lenta y yo no tengo prisa. Mientras tanto, sigo escribiendo sobre esos cuentos confusos que mataron mi infancia con preguntas sin resolver, dándoles la vuelta y entrando en un paradigma de transgresión, abriendo las celdas de los pecados capitales que censuran nuestros cuentos. Como ya dije en la primera parte, este terrorismo infantil se debe a Dorian de 1997, era él quien pensaba todo lo que se ha escrito y también el que me dibuja cosas raras en las fotografías, si alguno de vosotros lleva puesta las gafas de Disney espero no tener represalias, pensad que os estaréis enzarzando en una guerra con un niño de tan sólo 7 años. Esta segunda parte va para ti, Sirena, ninguna de las chicas que pasaron por mi vida fue nunca ni la mitad de mujer de lo que eres tú.

Ariel caminaba por los siete mares de dudas, a la hora de la cena ella y su padre solían compartir el tenedor. La noche de su súper dulces dieciséis conoció a un señor con piernas en un barco en llamas y se enamoró perdidamente de él, pero el chico jamás aceptó que su chica tuviese cola. Ella cantaba como los pájaros, hizo un pacto con una señora con problemas de tiroides para ponerse piernas, pero ella le robó la voz. Hasta aquí todo bien, el problema viene después, Ariel era una chica que genéticamente era mitad pez y mitad mujer, es curioso que nunca se olvidase de que estaba enamorada, es muy curioso. La gran pregunta sería. ¿Si algún día pescaran a Ariel, en qué puesto la venderían?

Ni el bueno es tan bueno, ni el malo tampoco.