jueves, 11 de abril de 2013

Infancia Infinita [Caperucita roja] "1ª parte"


Si algo he aprendido con el tiempo es que los cuentos cambian, van de boca en boca, la realidad se convierte en un rumor bastante alterado, el rumor en leyenda y al final la leyenda no tiene nada que ver con la realidad. He estado buscando en las entrañas de los bosques de muchos cuentos para sacar teorías de la verdadera verdad, del origen y la entramada personalidad de muchos personajes. Cuando yo era un niño me hacía muchas preguntas, no me encajaban muchas historias y he decidido sacar mis dudas a la luz transformando los cuentos a lo que un día yo pensé, ya que los cuentos tradicionales pueden aburrir a un muerto a estas alturas y no se los cree nadie. En esta primera parte te toca a ti, mi querido amor de infancia con sudadera roja.

Caperucita iba por el bosque con su cestita y se encuentra con el lobo feroz, al cual a primera vista lo debió confundir con su abuela, sino no tiene ni pies ni cabeza el cuento. Una de dos, o a la niña le habían proporcionado estupefacientes o su madre nunca la llevó a ver a la abuela. El lobo le indica el camino más largo y éste va por un atajo, una vez aquí, partimos de la base de que el lobo conoce la localización exacta de la vivienda de la anciana, además había ido por varios caminos diferentes, todo indica que entre ellos hubo un romance. Después de todo lo que tardó en llegar a casa de su abuelita, Caperucita tuvo el valor de preguntarle sobre su cara larga. El lobo había escondido a la abuela en el armario y se había disfrazado de ella, aquí nos encontramos con una decusación teatral sin sentido, es decir, es imposible mantener a una abuela en un armario sin que ésta hable, lo cual nos indica que está todo planeado y quieren matar a la niña entre los dos. Además, para disfrazarse de anciana el lobo la tuvo que desnudar, esto si que nos da la razón sobre el romance entre ellos. El caso es que el lobo se comió a Caperucita, y una vez masticada ni el mejor cazador de la comarca puede devolverla al mundo de los no muertos. Cuando el forense hizo la autopsia no supo distinguir entre la sangre, la capucha y la mermelada.

Ni el bueno es tan bueno, ni el malo tampoco.