lunes, 24 de enero de 2011

Inmortalicé aquel momento, para mirarlo bien y no olvidar ese recuerdo nunca en mi vida. La verdad, nosé si era real o un efecto óptico de mis ojos ciegos. Estaba tumbado en el césped de mi jardín escuchando La sexta duda y leyendo Gustavo Adolfo. Mi madre me lo decía , no es bueno escuchar música mientras lees. Ahora estoy enamorado de una gran nada, donde me gustaría estar en momentos como este. Yo, solamente yo y a mi alrededor una gran nada, una luz cegadora que no dejase a nadie verme, donde poder tumbarme a placer, y un escondite para guardar recuerdos y ropa vieja antes de que mi madre la vea para transformarlas en trapos. Creo que es hora de emanciparme emocionalmente y trasladar los muebles de mis ideas, los libros viejos de mis dudas, las bambas de mis recuerdos, los calcetines sucios de rencor, todos los discos de vinilo de mis alegrías, las estanterías de mis esperanzas y el colchón con muelles de mis miedos a mi otra parte del cerebro.